miércoles, 9 de febrero de 2011
Roger Caillois. "Mitología del pulpo"
“Aparte de esta mención, que queda aislada, en la antigüedad, el pulpo no parece haber producido ni pavor ni repugnancia. Observan que adapta su color al fondo sobre el cual reposa. Así, pasa por un modelo de cautela y sagacidad. Un padre da a su hijo llamado Anfiloquos, que sale para el extranjero, el consejo de imitar la conducta del cefalópodo y de aprender a ajustarse a las costumbres de los países que recorra. Teognis de Megara incita a la misma circunspección: “Imita el espíritu del pulpo con sus numerosos repliegues, que toma el color de la peña en la que se asienta. Aférrate un día a una, al siguiente cámbiate de color. Más vale acomodarse que permanecer intransigente”. Ateneo cita una máxima de Euripolis según la cual “un hombre que dirige los asuntos del Estado debe, en su modo de actuar, imitar al pulpo”. Opiano, en su poema didáctico sobre la pesca, expone más ampliamente la doble ventaja de semejante mimetismo: “Nadie ignora el arte que emplean los pulpos: poniéndose iguales a las peñas a las que se amoldan, aplican en ellas sus brazos. Confundiendo así a los pescadores y los peces de mayor tamaño que ellos, logran escapárseles. Cuando se encuentran con un pez pequeño, abandonan su forma, su apariencia de piedra, y resurgen en la de pulpos y de seres vivientes; por esa destreza, cobran alternativamente un aspecto distinto y escapan de la muerte”. En otras palabras, con la misma trampa, engañan a sus enemigos y consiguen su alimento. Plutarco presenta al pulpo como un modelo de coraje y entereza, porque es difícil arrancarle al lugar donde se ha pegado.”
P.19-20
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